En septiembre de 2017, el huracán María azotó a Puerto Rico. En medio de la devastación, criptoinversores millonarios, como el estadounidense Brock Pierce, vieron una oportunidad para reconstruir a la isla caribeña en una utopía digital que llamaron Puertopia.
Puerto Rico resultaba un destino atractivo no solo por sus playas de aguas cristalinas y su rica comida. También por la llamada ‘ley 60’ que ofrece exenciones de impuestos sobre las ganancias de capital y otros incentivos fiscales a los inversores estadounidenses que se mudan al territorio. La mayoría de los puertorriqueños que ya habitan en la isla no cualifican para estos beneficios.
Según el diario The New York Times, solamente en 2021 cerca de 900 personas se convirtieron en inversionistas residentes en Puerto Rico bajo la ‘ley 60’. Y aunque no se sabe realmente cuántos de los beneficiarios son criptoempresarios, algunas estimaciones apuntan a que al menos 100 operan en este ámbito. La llamada Puertopia venía con una promesa de prosperidad, que incluía, por ejemplo, la transformación del debilitado sistema energético de la isla. Eso no se ha materializado.
Pero el dinero de los criptomillonarios sí ha llegado a otros sectores. Lo cuenta con Deepak Lamba-Nieves, del Centro para la Nueva Economía: «Aproximadamente en los pasados tres años, el coste de la vivienda en Puerto Rico ha aumentado en un 20%. En algunos vecindarios en Puerto Rico ha aumentado por más de un 100%. Estos incrementos no los podemos atribuir únicamente a la llegada de los criptoinversionistas, pero ciertamente sus inversiones en el sector inmobiliario y de bienes raíces están contribuyendo a una tendencia sumamente preocupante en un país pobre y sumamente desigual».
En Dorado Beach, una reserva de la cadena de hoteles Ritz-Carlton ubicada en Dorado en la costa norte de Puerto Rico, no solo se ofrecen habitaciones de lujo para estancias cortas, sino también costosas propiedades frente al mar. Recientemente, por ejemplo, la venta por 30 millones de dólares de una mansión rompió récord. Y en 2021, el criptoinversor y youtuber Logan Paul comenzó a alquilar una propiedad muy cerca, con un valor que supera los 13 millones de dólares.
Tanto él como Brock Pierce se han convertido en símbolos de lo que muchos puertorriqueños denominan criptocolonizadores, acusándolos de desplazar a las comunidades locales. No muy lejos de Puerto Rico, en El Salvador se han comenzado a sentir preocupaciones similares. En el 2021, el país centroamericano hizo historia al adoptar el bitcoin como moneda oficial. De hecho, el gobierno ha invertido más de 225 millones de dólares provenientes de recursos públicos en incentivar el uso de este activo digital. El presidente Nayib Bukele también anunció la creación de una Bitcoin City diseñada para atraer la inversión extranjera.
Mientras los Gobiernos no fiscalicen a los nuevos inversores, sus contribuciones a las economías locales serán difíciles de medir
Algunos salvadoreños ya han sonado las alarmas ante la influencia que los criptoempresarios parecen tener sobre el presidente de la república. «Son personas que no solo tienen una gran cantidad de bitcoins, sino que cada vez más están teniendo más relaciones en los distintos gobiernos. Muchos de estos inversionistas también lo que están buscando es espacios en los cuales no hayan grandes regulaciones de parte de los estados», explica Ricardo Castaneda, del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales. «Esto es muy importante porque si no existe un marco institucional fuerte que asegure que este tipo de inversionistas no provenga de, por ejemplo, narcotráfico u otras actividades ilícitas, se puede dar un escenario en el cual América Latina se convierta en un paraíso para lavar dinero a través de estos criptoactivos».
Mientras los Gobiernos no fiscalicen a los nuevos inversores, sus contribuciones a las economías locales serán difíciles de medir. Pero no todo es negativo; al menos eso argumenta Juan Carlos Pedreira, portavoz de la Puerto Rico Blockchain Trade Association –entidad que busca acercar a los criptoevangelistas extranjeros y a los puertorriqueños–: «Hay grandes oportunidades para una transferencia de conocimiento, para que se inserten en las academias, en las personas que tengan conocimiento de tecnología y puedan incluso trabajar en las empresas que se han mudado a la isla: estamos hablando de compañías que desarrollan soluciones blockchain, empresas que ofrecen servicios de consultoría, casas de inversiones de criptomonedas, etc».
Pero, tras el reciente desplome del bitcoin y otros activos digitales, ¿Puerto Rico podría dejar de ser interesante para los criptoempresarios? Según Pedreira: «Todavía no hemos visto un éxodo. Simplemente, como todos los inversionistas, están en un compás de espera, viendo a ver cómo se desarrolla todo este curso económico mundial».